martes, 13 de noviembre de 2018

Mi alma desborda

Siento que si la felicidad fuese un objeto, yo la tendría en mis manos. Mi cuerpo está lleno de pequeños bichitos que constantemente me dan ganas de moverme, saltar, gritar, temblar. El lagrimal se vuelve un tsunami cuando en mi mente proyecto lo que estoy viviendo. Mis poros se abren para erizar mi piel, pero ni abriéndose al máximo puedo sacar lo que siento. Es mucho. Y es de todo. Me duele la cara de sonreír y los pulmones de respirar. Respirar profundo el aire más puro que respiré en el último tiempo. Pienso, hablo, soy felíz. Escribo, eso me hace más felíz. Siempre mi cuerpo fue una montaña rusa de emociones, pero en estos casos es un ascensor en el subsuelo, solo sube. Sube, como mis emociones, mis brazos al cielo, mi voz para gritar y mis ganas de seguir. Ni escribiendo un libro podría explicar lo que siento. Porque el lenguaje es limitado cuando la felicidad colapsa en el cuerpo. Porque las palabras sobran cuando lo que hay que decir desborda el alma.

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