domingo, 29 de julio de 2018

Huracán

Fue el primer domingo donde adentro de casa se perdió la calma. La abundancia de viento en los domingos era casi tradición, pero adentro siempre estaba cálido.
Adentro de casa hoy no está cálido, aunque afuera te queme el sol.
Como hizo la calma, para afuera todos huirán, de las puertas para adentro, se atraviesa un huracán: Y se está llevando todo.
La casa no deja de dar vueltas, la ropa vuela y se destruye en pedazos tan diminutos como las uñas de un bebé, los televisores se caen pero no dejan de mostrar mujeres desfilando, la alacena se vacía en milésimas de segundos, la heladera se cae sobre mí como si tuviese la función de dejarme inmóvil. Las personas se fueron más temprano, no vivieron el huracán, ni se enteraron. Lo único humano que pude apreciar fue mi reflejo defectuoso en cada uno de los espejos, que, esos si, lejos de romperse se agrandaron mostrandome cada vez más, la desesperación que llevaban mis ojos, la soledad que cargaba mi alma y la inmovilidad de mi cuerpo para decidir algo, aunque yo solo veía una silueta que lejos estaba del agrado y una cara que rozaba la humillación.
Qué fuertes los que sobreviven a un huracán.